Siguiendo con las cosas que rebajan la calidad de vida en este país, le toca el turno a la policía, voy a hablar solamente de los agrupamientos de policía de la ciudad de
México, ya que son los únicos que conozco de primera mano.
He escuchado anécdotas escalofriantes de policías en todas partes del país, pero como no me consta y no me gusta hablar a lo pendejo, el que los policías en otras partes del país sean distintos es improbable, pero no imposible.
Para empezar, pueden organizar una encuesta entre larvas humanas de 5 a 10 años con la trillada pregunta "¿Qué quieres ser cuando seas grande?" y casi nadie va a responder "policía".
Si hasta un mugroso anteproyecto de persona no
ve como una opción viable ser policía, ¿Porqué alguien en sus 5 sentidos querría
serlo?
La respuesta es fácil, NADIE quiere ser policía.
Nadie con dos gramos de cerebro mínimo.
Las condiciones de trabajo son infames, la paga es miserable, no se obtiene respeto de nadie y a veces se arriesga la vida.
De hecho lo único positivo de ese trabajo es que te dejan llevar un arma de fuego, lo malo es que al policía que se le ocurra usarla le esperan más broncas que a un criminal que haga exactamente lo mismo, así que no tiene caso.
Sin embargo, a pesar de ser un trabajo tan culero, siempre hay quien se anima a
entrarle.
¿Por qué?
Porque siempre hay gente muy idiota, ignorante y/o torpe como para encontrar cualquier otro trabajo.
Justamente las últimas personas que yo elegiría para investir con cualquier tipo de autoridad.
Bueno, son idiotas, eso no es nada nuevo, casi todas las personas lo son, pero para empeorar las cosas, al no tener vocación, no se comprometen con su trabajo, es decir, no solo no están calificados para desempeñar su trabajo, además no tienen intenciones de intentarlo siquiera.
Esto hasta cierto punto se comprende, supongamos que una señora gorda corre hacia un policía gritando
histéricamente como solo las señoras gordas pueden hacerlo y le dice al policía que dos sujetos armados la acaban de asaltar a la vuelta de la esquina.
El policía evalúa la situación del siguiente modo:
• Chale, parece que esos
güeyes sí son bien peligrosos
• Si los sigo de seguro me van a querer disparar o algo
• ¿Vale la pena arriesgarme a que me maten?
• Pues ni me pagan tan
chido como para arriesgar la vida
• Además yo ni quería ser policía
• Ni madres, mejor me hago pendejo un rato pidiendo refuerzos (que a su vez también se harán pendejos) y ya que esté seguro de que ya se fueron, entonces sí me asomo a la calle de al lado.
Eso en cuanto a seguridad pública, en cuanto a los de tránsito, esos son un animal distinto.
La policía de tránsito del
DF (cuando menos) está organizada en una jerarquía que más bien parece una cascada de mierda que cubre tanto a los que ya estaban
enmierdados desde antes como a los que pretendían mantenerse limpios.
Y con esta hermosa analogía fecal, me refiero a la corrupción galopante que impera en esta agrupación, por más que un policía de tránsito no quiera ser corrupto, no le queda de otra, porque desde arriba le están pidiendo dinero.
Su esquema de corrupción no es un misterio para nadie en esta ciudad, se ha hablado hasta el cansancio de ello, se han hecho reportajes, documentales y notas periodísticas al respecto, el mayor resultado que se ha conseguido hasta la fecha es la destitución de uno que otro policía corrupto de poca monta.
Para los que no sean del
DF, voy a ilustrar el ciclo de la corrupción
policiaca con un caso práctico a manera de ejemplo:
1 Juan X como todo buen
chilango, en lugar de salir media hora antes de su casa,
prefiere ir manejando como pinche loco para que no se le haga tarde, gritando y
mentándole la madre a otros tantos pendejos que están en su misma circunstancia.
2 Una vez más, reforzando el estereotipo de los
capitalinos y su actitud de "las leyes son para que las sigan los demás" Juan X decide pasarse un semáforo en alto.
3 Justo después de pasar la calle y antes de que empiece a sentirse bien consigo mismo por haberse visto más intrépido que los pasmarotes que se quedaron a esperar la luz verde, el muy pendejo se da cuenta de que una patrulla le está haciendo señas para que se detenga.
4 Después del clásico "¿Me permite su licencia y tarjeta de circulación?" y de una que otra maniobra para poner nerviosa a la presa, uno de los policías hojea su reglamento de tránsito y le informa al estúpido de Juan X a cuanto asciende la multa por pasarse un semáforo en rojo ($252.85), mas lo que se acumule, licencia vencida ($505.70), carro robado,
cadáver en la cajuela, o lo que sea que encuentren o se les ocurra a los oficiales.
5 La negociación de la mordida puede llegar a variar, a veces la sugiere el policía, a veces la víctima, pero sin importar quien lo haga, siempre usan eufemismos simpáticos como el clásico
cliché "
écheme la mano
poli".
6 Juan X discretamente estrecha la mano del policía, mismo al que en el transcurso del saludo se le queda pegado un billete de entre 50 y 200
varos, dependiendo del caso.
7 Los policías siguen agarrando y extorsionando imbéciles.
8 Los policías entregan una parte de las ganancias a su jefe directo.
9 se repite el paso 8 hasta llegar la jefe de la policía.
Este asunto sí está muy
jodido, creo que ni yo mismo podría meter orden en esta mafia
policiaca.
De todos modos aunque pudiera limpiar la corrupción de la
policía de tránsito, no lo haría, como sea, a mí me vale madres, no tengo carro ni intenciones de comprar uno, los que sí tengan nave...
CHÍNGUENSE.
Odio a la gente, en especial a los que además de ser pendejos van armados.