lunes, julio 23, 2007

IMAX mis pelotas

Hace mucho tiempo que no iba al cine.

¿Para qué?

Por eso existen las copias de las películas que venden en la calle, para evitarte el fastidio de ir a una sala cinematográfica.

Cada que voy al cine, me encuentro con que estoy compartiendo un espacio cerrado con dos o más de los siguientes:
  • Larvas humanas de menos de un año que no dejan de llorar a intervalos irregulares que coinciden con una precisión quirúrgica con los diálogos clave de la película.
  • Pendejos a los que se les olvidó (o les vale madres) poner su celular en silencio.
  • Larvas humanas de dos a cinco años que no dejan de comentar con sus padres cada escena de la película y cuando se dan cuenta de que mientras parloteaban pasó algo importante en la película, no tardan en preguntar ¿Qué pasó? ¿Que hizo?
  • Padres pendejos que todavía se ponen a responderles en lugar de abofetearlos si intentan emitir sonido alguno durante la proyección.
  • Algún cabrón con tuberculosis o alguna otra enfermedad que lo hace toser como si estuviera agonizando.
  • El clásico mamón que ya leyó el libro y solo va a ver la película para ver qué les faltó y que no tarda en comentar las discrepancias entre la película y el texto original con el idiota al que se le haya ocurrido acompañarlo al cine.
  • Los grandísimos hijos de puta que llevan a sus larvas de cinco años a ver una película en inglés y se la pasan leyéndoles los subtítulos toda la chingada película.
  • El ruco nefasto que a huevo quiere iniciar una conversación antes de que empiece la película y pretende continuarla una vez iniciada la misma.
  • El hijo de la chingada que no puede masticar sus nachos y/o palomitas con el hocico cerrado.
  • La larva humana que se la pasa pateando el respaldo del asiento.
  • Algún hijo de su reputísima madre que trae un nextel y taladra los oídos con el molesto pitido que emite esa chingadera cuando alguien termina de hablar, ¡Puta! Cómo odio a estos cabrones, algún día voy a exterminar a esa compañía, un usuario a la vez.
Y un largo etcétera.

En esta ocasión me convencieron diciéndome "está en IMAX 3D, se vé pocamadre, la pantalla es enorme"

La pantalla "enorme" solo es un par de metros más alta que las normales, no sé si haya distintos formatos, pero lo que es la pantalla IMAX de plaza universidad, no me parece tan descomunal, más bien me parece desproporcionada, ya que su forma un poco menos alargada hace que al proyectar la película, aparezcan franjas negras arriba y abajo, letterbox para los que dominan la terminología, para los que no, es como cuando ves una película en una televisión que no es de pantalla ancha.

Cuando menos así fue con la película que fui a ver, según mis cálculos se desperdicia más o menos un 14% de su "enorme" pantalla.

Como detesto las filas, solo accedí a ir si conseguían los boletos con anticipación, pero de todos modos tuve que formarme media hora para entrar a la sala, de otro modo me arriesgaba a terminar en un lugar del rincón de la primera fila, desde donde no se vé una chingada.

¿Cómo es que nadie ha denunciado la existencia de dichos asientos ante la PROFECO?

Es un maldito robo pagar un boleto completo para ver una esquina de la película, más si se toma en cuenta que por el precio de la entrada de una sola persona, se puede comprar cinco veces la misma película en la calle.

Como sea, El boleto tenía marcada una hora, Las 10:30 PM, hora elegida estratégicamente para minimizar la posibilidad de encontrar larvas humanas en la sala.

Llegué a las 10:00 PM para conseguir un lugar decente, a las 10:20 aproximadamente nos dejaron entrar a la sala y nos repartieron unos ridículos lentes polarizados cubiertos con una fina capa de manteca de palomitas y las huellas digitales de yo que sé cuantos malditos humanos.

Las 10:30 llegaron y se fueron sin que empezara la película, aproximadamente a las 10:45 se empezaron a apagar las luces, pero no para empezar la proyección, sino para dar paso a una patética perorata en la que una voz cavernosa cacareaba hasta la náusea la "experiencia IMAX", mientras unas luces de colores instaladas arriba de la pantalla quemaban el fósforo de mis retinas a intervalos regulares.

Después vino la inexorable andanada de publicidad, de avances de películas y la fútil recomendación de apagar celulares, no fumar y mantener el hocico cerrado.

Aproximadamente a las 11:10 PM fue empezando la película, no fue muy distinto a cualquier otra proyección, hasta que apareció la indicación de que nos pusieramos los grasientos lentes para ver unos cuantos mintos de película en 3d.

Para ver correctamente la ilusión tridimensional, hay que mantener los ojos a la misma altura, sin embargo, hay que encontrar un ángulo donde podamos ver a través de la manteca embarrada en los lentes, ya que no se puede quitar del todo con servilletas y no estuve ni estaré dispuesto a limpiar esas chingaderas con mi ropa.

Como sea, cinco minutos de 3D y dos metros más de pantalla siguen sin hacer que valga la pena ir al cine.

Odio a la gente y mi odio recrudece cada vez que voy al cine.

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