
Después de bajar a putazos al maldito borracho, el chofer se orilló y en menos de veinte segundos, armado de una escoba y un par de litros de agua, limpió la guácara con una maestría sorprendente.

Al parecer, los microbuseros no son tan idiotas después de todo, solo se equivocaron de profesión, o no consiguieron chamba como personal de limpieza, eso explicaría la furia con la que manejan.
Como sea, no está de más tener el teléfono de uno de estos cabrones, para esos casos cuando despiertas todo crudo y te das cuenta que la fiesta fue en tu casa.
Odio a la gente, en especial a los pinches borrachos que se marean en el micro.
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